domingo, 31 de octubre de 2010

TAUROMAQUIA ISLANDESA

-Señoría, señores.
Acaba de fallecer un gran sindicalista, Marcelino Camacho. Igualito que los de ahora.
Pongamos en antecedentes al jurado:
1º- En los períodos de bonanza económica los trabajadores mejoran sus condiciones de trabajo (salarios más altos, contratos indefinidos, liquidaciones mayores, etc.) gracias a que los empresarios necesitan más empleados de los que hay en circulación, y ceden a sus peticiones para que no se vayan a la competencia.
2º- En los períodos de crisis económica los trabajadores veen empeorar sus condiciones de trabajo (salarios más bajos, contratos temporales, despido abaratado, etc.) debido a que hay más empleados de los que se necesita, y ceden a las condiciones de los empresarios para no quedarse sin trabajo.
Estas fórmulas son universales y se confirman siempre a lo largo de la historia, en el país que sea, en la época que sea. No fallan nunca.
La cosa va bien, el sindicato va al empresario y le dice que le suba el sueldo.
La cosa va mal, el empresario va al sindicato y le dice que le baja el sueldo.
En España se han vivido unos años de crecimiento económico brutal, fomentados por la burbuja inmobiliaria dirá el jurado, sí, pero crecimiento al fin y al cabo. Como todos estaban bien, a los sindicatos se les olvidó pedir esas mejoras en las condiciones de trabajo a los empresarios (¿será porqué los mismos Méndez y Toxo por intereses personales estaban soplando para que la burbuja siguiera hinchándose?). Había 45 días por año trabajado en los despidos. Podían haber pedido 60, pero se les escapó.
¿Y ahora vienen a engañar a los trabajadores diciéndoles que se manifiesten porqué Zapatero tal, porqué los empresarios cual, que 33 días son pocos...? Si ustedes hubieran pedido 60 se los habrían concedido, y hoy se rebajarían a 45, que no estaría mal del todo, y no de 45 a 33.
Es evidente que si Cándido Mefistófeles e Ignacio Lúcifer Toxo son sindicalistas, es porqué ganas de trabajar no tenían mucha, pero sería de agradecer que evitaran tomar el pelo a los mismos trabajadores que representan.
Ayer se fue el último (y único) sindicalista de verdad.

La acusación pide para Méndez y Toxo la remoción del cargo de secretarios sindicalistas, que pintan menos que un torero en Islandia.

Señores jurados, a ustedes la palabra.


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